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martes, 29 de abril de 2014

DÍA DE LA MADRE

El primer domingo de mayo se celebra en España en Día de la Madre. Un día muy especial en la que todos los hijos e hijas intentamos honrar a nuestras madres. La tradición manda y dice que hay que regalarles algo, no hace falta que sea caro, simplemente original y que se haga con cariño. Por ejemplo, unos poemas mostrando nuestros sentimientos. En nuestro país lo celebramos el primer domingo de mayo porque lo asociamos a la Virgen María, ya que es el mes que se dedica a la madre de Jesús.
En muchos países el día de la madre se celebra como en España en el mes de mayo pero, cada lugar, según su tradición, lo celebra en una fecha distinta. No obstante, no siempre ha sido así. Inicialmente se celebraba el 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción, pero después se cambió.





Aquí tenéis algunos ejemplos de poemas dedicados a las madres  que os pueden servir de modelo.


POR QUE
Con todo cariño para las madres del mundo que tengan 
un niño con Síndrome de Asperger.
Luis Pérez – Egaña Loli
Lima - Perú
Porque me das la mano y tu fuerza me acompaña.
Porque cuando despierto estas ahí cada mañana.
Porque te preocupas por mi más que los demás.
Porque  me dices que me quieres, así yo tarde en contestar.
Tú sabes que te amo y a tu lado siempre quiero estar.
Porque me entiendes más que todas las personas.
Porque tu paciencia es inagotable.
Porque das todo el tiempo que puedes y más. 
Eres lo más importante para mí, 
mamita tu sabes que sí.
Porque me contemplas con todo tu cariño así yo no te mire mucho.
Porque te apenas con mi tristeza y ríes con mi alegría.
Porque luchamos día a día y sabes que con tu apoyo hoy estoy mejor.
Mami quiero decirte que para ti es todo mi amor.



MADRE DE MI CORAZÓN
Ana Geraldine Monagas Di Modugno,
8 años, Valle de la Pascua, Venezuela.
Madre mía, madre de mi corazón 
sin ti me muero y me quedo sin amor.
Con este amor que me das 
yo me siento protegida,
me siento feliz de estar en tu vida.

Cuando tú me traes regalos
yo me siento muy feliz
y aunque no me los trajeras 
yo te querré siempre así.



PARA MI MAMÁ
Angie Maria Badillo Alvizo 
 (10 Años; Cd. Mante Tamaulipas, México)
Te dedico este poemita
por que tú eres la más bonita,
tú eres una cosa 
más bonita que una rosa,
tú eres más que una princesa
pues para mi tú eres una belleza,
tus hermanas te quieren
y también tu mamá,
pero nadie más te quiere
como mi amor por ti en verdad,
te hago cartitas 
y también hicimos una canción,
te dedico este poema
porque no sé cómo expresar mi amor,
te quiero, te amo
y doy la vida por ti,
tú quédate aquí 
viviendo feliz.


MI REGALO PARA MAMÁ
Juan Guinea Díaz

Le regalo a mi mamá
una sonrisa de plata
que es la que alumbra mi cara
cuando de noche me tapa.

Le regalo a mi mamá
una caperuza roja
por contarme tantas veces
el cuento que se me antoja.

Le regalo a mi mamá
una colonia fresquita
por no soltarme la mano
cuando me duele la tripa.

Le regalo a mi mamá
una armadura amarilla
que la proteja del monstruo
que espanta en mis pesadillas.

Le regalo a mi mamá
el lenguaje de los duendes
por entender lo que digo
cuando nadie más lo entiende.

Le regalo a mi mamá
una chistera de mago
en la que quepan mis besos
envueltos para regalo.
        


De niños creemos que una madre todo lo puede. Es lo más parecido a un héroe: protectora, consejera, auxiliadora...
Nos ofrece la tranquilidad ante la incertidumbre y fuerza para alcanzar nuestros sueños; ánimo y consuelo cuando estos se nos resisten. Más, ante todo, representa el sentimientos más hermoso: darlo todo sin esperar nada a cambio.Por ello no hay regalos que compensen este valioso aprendizaje pero sí afectos que reconocen su amor incondicional e imprescindible y libros que así lo recogen. Aquí una muestra de algunos de ellos




La madre del héroe

Roberto Malo y Francisco Javier Mateos & Marjorie

 Pourchet

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El joven regente heredó un reino inmenso, con ducados, marquesados, territorios de ultramar… —¡Y menudo palacio! –decía la gente. Heredó también una deuda de cien mil monedas de oro con un peligroso caballero de la frontera: el caballero Negro. Su padre, el antiguo rey, había sido un poco manirroto (y un golfo, ¡para qué nos vamos a engañar!). —¡Estoy negro! -protestó el caballero Negro ante el nuevo rey–. Tu padre me debía cien mil monedas de oro. Así que o pagas ¡o cobras! –amenazó blandiendo su espada–. La historia de un rey en apuros no es nueva, tampoco que el monarca decida recurrir a un habilidoso espadachín o valiente caballero para poner fin a sus problemas, tal y como sucede en el relato de Roberto Malo yFrancisco Javier Mateos. A lo largo del álbum, hay sitio también para ogros, duendes y magia. Sin embargo, esta historia poco tiene de cuento tradicional: ni lo es en el tono, ni en el lenguaje del narrador y de los personajes ―plagados de giros coloquiales y actuales― ni tampoco en el desarrollo de la trama. En este relato pronto descubrimos que el papel del héroe no está representado por el rey, tampoco por el malvado caballero Negro ni por Dick Van Dyke y su prodigiosa espada. Tal como adelanta el título, la valiente heroína es la madre de Dick Van Dyke. A pesar de que su personaje se corresponde con el estereotipo más clásico: sobreprotectora, cuidadora, consejera…, también recoge el tono irreverente del cuento. Así, nada tiene que ver su comportamiento con la actitud pasiva con la que se ha caracterizado a muchos personajes femeninos ―tanto a madres, esposas o prometidas― en los innumerables relatos de duelos entre caballeros. A la progenitora de Dick Van Dyke no le falta iniciativa, valentía y nobleza en el carácter; valores que definen a cualquier héroe clásico, aunque bien pueden atribuirse a muchas madres, sean estas de la época de los caballeros y reinados, o de la era de las videoconsolas y las redes sociales. En los cuentos tradicionales, la fuerza que mueve al héroe a actuar así tiene su origen en el amor, habitualmente de la amada. En el de Roberto Malo y Francisco Javier Mateos también es este sentimiento el que alimenta el coraje de la protagonista. No obstante, se trata del amor que siente una madre por un hijo.






El día en que a mamá se le puso cara de tetera


Raquel Saiz & João Vaz de Carvalho


La mamá de Marquitos estaba tan enfadada que empezó a echar humo por la boca como si fuera un dragón. Al momento, su nariz se convirtió en un pitorro; y su oreja izquierda, en un asa. Poco después Marquitos recogía del suelo una tetera que se parecía mucho a su madre. Asustado, el niño fue a ver a su vecina, a la abuela Lubi, al tío Jesús, al amigo Paco, al bibliotecario, al señor Ignacio… pero nadie parecía capaz de arreglar aquello.
Relato ágil, fresco y lleno de sentido del humor, que engancha desde el primer momento y que mediante la combinación de lo cotidiano y de lo inesperado nos traslada a un mundo fantástico y lleno de ritmo donde cualquier cosa puede suceder.
Un cuento para transmitirles a los niños el placer por la lectura, y para quienes creen que la imaginación constituye la mejor herramienta para aprender de la realidad.
El ilustrador portugués João Vaz de Carvalho, con sus imágenes, conecta con el surrealismo del texto, y crea personajes característicos, de pose rígida y ojos grandes en un imaginario particular que juega con la fantasía y el humor.

DIPLOMA PREMIOS VISUAL DE DISEÑO DE LIBROS 2007






¿Tres han de ser?

Darabuc & Fátima Afonso

La tristeza se hizo fiesta y la serpiente negra se vistió de colores y tocó las campanas de la boda: ¡Tres había de ser! ¡TAN,TAN,TAN! ¡Tres habían de ser!
La tradición oral es principalmente conservadora pero suele sorprendernos con historias valientes y rompedoras como la de este álbum, en el que Darabuc reinterpreta un cuento popular. Recogido en títulos como Lo tres amigos o Los tres maridos , el relato pivota siempre sobre la decisión de una joven de quedarse con sus tres pretendientes, ya sea porque así lo siente o porque en realidad no desea casarse.
En las diferentes versiones, esta elección suele provocar un enfrentamiento con el padre, entendido como autoridad indiscutible, que envía a los candidatos a encontrar objetos maravillosos que resuelvan por sí solos la elección. El final de la historia es muy distinto, según la versión, pero con frecuencia se elige a un cuarto candidato.
En ¿Tres han de ser? , Darabuc erige a la madre como defensora de las relaciones sentimentales convencionales y es ella quien se opone, por tanto, a la decisión a tres de su hija. No obstante, finalmente acaba cediendo a las pretensiones de su primogénita y se muestra flexible.
De este modo, el autor remarca así un atributo muy ligado la figura de los padres: comprensión y respeto por lo que hace feliz a sus hijos, por muy extraño que les llegue a parecer:





COMO MI MAMA 

DAVID MELLING

El protagonista de estos tiernos libros es un cachorrito de león que tiene muchísimas ganas de crecer y se esfuerza para demostrar como se parece a su papá y a su mamá. Lo cuenta con entusiasmo, aunque, en según qué aspectos, no se parezcan tanto....un homenaje a la relación padre-hijo. La visión de David Melling capta, a la vez, la ternura y la comicidad, y lo sabe hacer de un modo entrañable. The Guardian.Libros con un fino y tierno sentido del humor que resultarán ser un precioso regalo para papás y mamás, especialmente en fechas señaladas como el día del padre y el día de la madre. Los dos se complementan perfectamente.Texto conciso y brillante así como unas chispeantes ilustraciones hacen que estos libros sean un precioso regalo para todas las edades.


QUERIDO HIJO: ESTAS DESPEDIDO

 

JORDI SIERRA I FABRA


¿Puede una madre despedir a su hijo? Pues eso es lo que le ha ocurrido a Miguel por desordenado, por travieso, por desobediente. Transcurrido el plazo de treinta días que le han dado, ha de abandonar la casa.



Y, al igual que hicimos para el día del padre, os dejamos este video de Topo Gigio, este gracioso ratoncito, cantando una canción dedicada a las mamás.







ES MI MAMÁ

Si me preguntan quien me dio la vida

si me preguntan quien me quiere mas


si me preguntan por la mas hermosa


esa esa es mi mama.


Si me preguntan quien me come a besos


si me preguntan quien me hace soñar


si me preguntan quien me da la sopa



La que me enseña a jugar


y que me hace reir


y que en las noches se levanta


cuando quiero hacer chis


la que me dice papa que es


la mejor de verdad


esa esa es mi mama

Si me preguntan quien me cuenta cuentos


cuando a la noche muy cansada esta


si me preguntan que es lo que mas quiero


esa esa es mi mama


por eso siempre cuando me preguntan


yo les contesto como es mi mama


una señora muy enamorada


dice dice mi papa
Tomado de AlbumCancionYLetra.com
La que me enseña a jugar


y que me hace reir


y que en las noches se levanta


cuando quiero hacer chis


la que me dice papa que es


la mejor de verdad


esa esa es mi mama.









jueves, 24 de abril de 2014

DESPEDIDA A GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

EL ADIÓS A UN GENIO

No podemos, como miembros de una biblioteca, aunque sea escolar, pasar por alto la muerte de un genio de la literatura como Gabriel García Márquez, premio Nóbel en 1982.
Como pequeño homenaje a esta figura extraordinaria de las letras os mostramos el cartel que hemos realizado para nuestra biblioteca en el que recogemos algunas de las frases dichas por el escritor a lo largo de su vida. El cartel lo hemos adornado con las mariposas amarillas que decoraban la habitación de Gabo, en la que él se sentaba a escribir todas las mañanas.
Aunque el escritor se ha ido nos queda su obra que, aunque vosotros todavía seáis pequeños para entenderla, podréis apreciar dentro de unos años.





miércoles, 23 de abril de 2014

DÍA INTERNACIONAL DEL LIBRO (Actividades realizadas)

   NUESTRO PUEBLO DE MOGUER, EL CUAL PODÉIS VISITAR E INCLUSO FOTOGRAFIAROS, BIEN DE JUAN RAMÓN O DE ZENOBIA



ASÍ HA QUEDADO NUESTRO PLATERO DE LA BIBLIOTECA, LLENO DE MARIPOSAS Y DESEOS
ANTES


DESPUÉS



UNA MUESTRA DE... ¡ VUESTROS MARCAPÁGINAS DE PLATERO!





¡HAN QUEDADO SIMPÁTICOS!



CÓMICS DE PLATERO Y YO

CAPÍTULO  UNO - PLATERO

Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera,que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.
Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente: ¿Platero? y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe en no sé qué cascabeleo ideal... Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas,las uvas moscateles, todas de ámbar; los higos morados, con su cristalina gotita de miel...
Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña...;pero fuerte y seco por dentro como de piedra. Cuando paso sobre él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo: —Tien’ asero...
Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo.








CAPÍTULO NOVENO- LAS BREVAS


Fue el alba neblinosa y cruda, buena para las brevas, y,con las seis, nos fuimos a comerlas a la Rica.
Aún, bajo las grandes higueras centenarias, cuyos troncos grises enlazaban en la sombra fría, como bajo una falda, sus muslos opulentos, dormitaba la noche; y las anchas hojas — que se pusieron Adán y Eva— atesoraban un fino tejido de perlillas de rocío que empalidecía su blanda verdura Desde allí dentro se veía,entre la baja esmeralda viciosa, la aurora que rosaba, más viva cada vez, los velos incolores del Oriente....
Corríamos, locos, a ver quién llegaba antes a cada dahiguera. Rociíllo cogió conmigo la primera hoja de una, en un sofoco de risas y palpitaciones “Toca aquí.” Y me ponía mi mano,con la suya, en su corazón, sobre el que el pecho joven subía y bajaba como una menuda ola prisionera. Adela apenas sabía  correr, gordiflona y chica, y se enfadaba desde lejos. Le arranqué a Platero unas cuantas brevas maduras y se las puse sobre el asiento de una cepa vieja, para que no se aburriera.
El tiroteo lo comenzó Adela, enfadada por su torpeza, con risas en la boca y lágrimas en los ojos. Me estrelló una breva en la frente. Seguimos Rociíllo y yo y, más que nunca por la boca, comimos brevas por los ojos, por la nariz, por las mangas, por la nuca, en un griterío agudo y sin tregua que caía, con las brevas desapuntadas, en las viñas frescas del amanecer. Una breva le dió a Platero, y ya fue el blanco de la locura. Como elinfeliz no podía defenderse ni contestar, yo tomé su partido; y un diluvio blando y azul cruzó el aire puro, en todas direcciones,como una metralla rápida.
Un doble reír, caído y cansado, expresó desde el suelo el femenino rendimiento.




CAPÍTULO DOCE- LA PÚA



Entrando en la dehesa de los Caballos, Platero ha comenzado a cojear. Me he echado al suelo...
—Pero, hombre, ¿qué te pasa?
Platero ha dejado la mano derecha un poco levantada, mostrando la ranilla, sin fuerza y sin peso, sin tocar casi con el casco la arena ardiente del camino.
Con una solicitud mayor, sin duda, que la del viejo Darbón, su médico, le he doblado la mano y le he mirado la ranilla roja. Una púa larga y verde, de naranjo sano, está clavada en ella como un redondo puñalillo de esmeralda. Estremecido del dolor de Platero, he tirado de la púa; y me lo he llevado al pobre al arroyo de los lirios amarillos, para que el agua corriente le lama, con su larga lengua pura, la heridilla.
Después hemos seguido hacia la mar blanca, yo delante, él detrás, cojeando todavía y dándome suaves topadas en la espalda.








CAPÍTULO TREINTA- EL CANARIO VUELA



Un día el canario verde, no sé cómo ni por qué, voló de su jaula. Era un canario viejo, recuerdo triste de una muerta, al que yo no había dado libertad por miedo de que se muriera de hambre o de frío, o de que se lo comieran los gatos. 
Anduvo toda la mañana entre los granados del huerto, en el pino de la puerta, por las lilas. Los niños estuvieron, toda la mañana también, sentados en la galería, absortos en los breves vuelos del pajarillo amarillento. Libre, Platero holgaba junto a los rosales, jugando con una mariposa. 
A la tarde, el canario se vino al tejado de la casa grande, y allí se quedó largo tiempo, latiendo en el tibio sol que declinaba. De pronto, y sin saber nadie cómo ni por qué, apareció en la jaula, otra vez alegre. 
¡Qué alborozo en el jardín! Los niños saltaban, tocando las palmas, arrebolados y rientes como auroras; Diana, loca, los seguía, ladrándole a su propia y riente campanilla; Platero, contagiado, en un oleaje de carnes de plata, igual que un chivillo, hacía corvetas, giraba sobre sus patas, en un vals tosco, y poniéndose en las manos, daba coces al aire claro y suave.










CAPÍTULO  CINCUENTA Y UNO  - LORD




No sé si tú, Platero, sabrás ver una fotografía. Yo se lashe enseñado a algunos hombres del campo y no veían nada enellas. Pues éste es Lord, Platero, el perrito foxterrier de que aveces te he hablado. Míralo. Está, ¿lo ves?, en un cojín de los del patio de mármol, tomando, entre las macetas de geranios, el sol de invierno.
¡Pobre Lord! Vino de Sevilla cuando yo estaba allí pintando. Era blanco, casi incoloro de tanta luz, pleno como un muslo de dama, redondo e impetuoso como el agua en la boca deun caño. Aquí y allá, mariposas posadas, unos toques negros.
Sus ojos brillantes eran dos breves inmensidades de sentimientos de nobleza. Tenía vena de loco. A veces, sin razón, se ponía a dar vueltas vertiginosas entre las azucenas del patio de mármol, que en mayo lo adornan todo, rojas, azules,amarillas de los cristales traspasados de sol de la montera, como los palomos que pinta don Camilo... Otras se subía a los tejados y promovía un alboroto piador en los nidos de los aviones... La Macaria lo enjabonaba cada mañana, y estaba tan radiante siempre como las almenas de la azotea sobre el cielo azul, Platero.
Cuando se murió mi padre pasó toda la noche velándolo junto a la caja. Una vez que mi madre se puso mala se echó a los pies de su cama y allí se pasó un mes sin comer ni beber...
Vinieron a decir un día a mi casa que un perro rabioso lo había mordido... Hubo que llevarlo a la bodega del Castillo y atarlo allí al naranjo, fuera de la gente.
La mirada que dejó atrás por la callejuela cuando se lo llevaban sigue agujereando mi corazón como entonces,Platero; igual que la luz de una estrella muerta, viva siempre con la exaltada intensidad de su doloroso sentimento.
 Cada vez que un sufrimiento material me punza el corazón, surge ante mí, larga como la vereda de la vida a la eternidad, digo, del arroyo al pino de la Corona, la mirada 
que Lord dejó en él para siempre cual una huella macerada. 






CAPÍTULO  SETENTA Y UNO- LA PERRA PARIDA



La perra de que te hablo, Platero, es la de Lobato,el tirador. Tú la conoces bien, porque la hemos encontrado muchas veces por el camino de los Llanos... ¿Te acuerdas?
Aquella dorada y blanca, como un poniente anubarrado de mayo... Parió cuatro perritos, y Salud, la lechera, se los llevó a su choza de las Madres porque se le estaba muriendo un niño, y don Luis le había dicho que le diera caldo de perritos. Tú sabes bien lo que hay de la casa de Lobato al puente de las Madres, por la pasada de las Tablas...
Platero, dicen que la perra anduvo como loca todo aquel día, entrando y saliendo, asomándose a los caminos,encaramándose en los vallados, oliendo a la gente... Todavía a la oración la vieron, junto a la casilla del celador, en los Hornos,aullando tristemente sobre unos sacos de carbón contra el ocaso.
Tú sabes bien lo que hay de la calle de en medio a la pasada de las Tablas... Cuatro veces fue y vino la perra durante la noche, y cada una se trajo a un perrito en la boca, Platero. Y al amanecer, cuando Lobato abrió su puerta, estaba la perra en el umbral mirando dulcemente a su amo, con todos los perritos agarrados, en torpe temblor, a sus tetillas rosadas y llenas...

     




CAPÍTULO SETENTA Y SIETE - EL VERGEL




Como hemos venido a la capital, he querido que Platero vea El Vergel... Llegamos despacito, verja abajo, en la grata sombra de las acacias y de los plátanos, que están cargados todavía. El paso de Platero resuena en las grandes losas que abrillanta el riego, azules de cielo a trechos, y a trechos blancas de flor caída, que, con el agua, exhala un vago aroma dulce y fino.
¡Qué frescura y qué olor salen del jardín, que empapa también el agua, por la sucesión de los claros de yedra goteante de la verja! Dentro, juegan los niños. Y entre su oleada blanca pasa, chillón y tintineador, el cochecillo del paseo, con sus banderitas moradas y su toldillo verde; el barco del avellanero, todo engalanado de granate y oro, con las jarcias ensartadas de cacahuetes y su chimenea humeante; la niña de los globos,con su gigantesco racimo volador, azul, verde y rojo; el barquillero, rendido bajo su lata roja... En el cielo, por la masa de verdor tocado ya del mal otoño, donde el ciprés y la palmera perduran, mejor vistos, la luna amarillenta se va encendiendo,entre nubecillas rosas...
Ya en la puerta, y cuando voy a entrar en El Vergel, me dice el hombre azul que lo guarda con su caña amarilla y sugran reloj de plata:
—Er burro no pué’entrá, zeñó.
—¿El burro? ¿Qué burro?— le digo yo, mirando más allá
de Platero, olvidado, naturalmente, de su forma animal.
—¡Qué burro ha de zé, zeñó; qué burro ha de zéee...!
Entonces, ya en la realidad, como Platero no pude entrar por ser burro, yo, por ser hombre, no quiero entrar, y me voy de nuevo con él, verja arriba, acariciándolo y hablándole de otra cosa...








CAPÍTULO SETENTA Y NUEVE -ALEGRÍA



Platero juega con Diana, la bella perra blanca que se parece a la luna creciente, con la vieja cabra gris, con los niños...
Salta Diana, ágil y elegante, delante del burro, sonando suleve campanilla, y hace como que le muerde los hocicos. Y Platero, poniendo las orejas en punta, cual dos cuernos de pita, la embiste blandamente y la hace rodar sobre la hierba en flor.
La cabra va al lado de Platero, rozándose a sus patas, tirando con los dientes de la punta de las espadañas de la carga. Con una clavellina o con una margarita en la boca, se pone frente a él, le topa en el testuz, y brinca luego, y baja alegremente, mimosa, igual que una mujer...
Entre los niños, Platero es de juguete. ¡Con qué paciencia sufre sus locuras! ¡Cómo va despacito, deteniéndose, haciéndose el tonto, para que ellos no se caigan! ¡Cómo los asusta, iniciando, de pronto, un trote falso!
¡Claras tardes del otoño moguereño! Cuando el aire puro de octubre afila los límpidos sonidos, sube del valle un alborozo idílico de balidos, de rebuznos, de risas de niños, de ladreos y de campanillas...









CAPÍTULO  NOVENTA Y UNO - ALMIRANTE


Tú no lo conociste. Se lo llevaron antes que tú vinieras.De él aprendí la nobleza. Como ves, la tabla con su nombre sigue sobre el pesebre que fué suyo, en el que están su silla, su bocado y su cabestro.
¡Qué ilusión cuando entró en el corral por vez primera, Platero! Era marismeño y con él venía a mí un cúmulo de fuerza, de vivacidad, de alegría. ¡Qué bonito era! Todas las mañanas, muy temprano, me iba con él ribera abajo y galopaba por las marismas levantando las bandadas de grajos que me rodeaban por los molinos cerrados. Luego subía por la carretera y entraba, en duro y cerrado trote corto, por la calle Nueva.
Una tarde de invierno vino a mi casa monsieur Dupont, el de las bodegas de San Juan, su fusta en la mano. Dejó sobre el velador de la salita unos billetes y se fue con Lauro hacia el corral. Después, ya anochecido, como en un sueño, vi pasar por la ventana a monsieur Dupont con Almirante, enganchado en su charret, calle Nueva arriba, entre la lluvia.
No sé cuántos días tuve el corazón encogido. Hubo que llamar al médico y me dieron bromuro y éter y no sé qué más, hasta que el tiempo, que todo lo borra, me lo quitó del pensamiento, como me quitó a Lord y a la niña también, Platero.
Sí, Platero. ¡Qué buenos amigos hubierais sido Almirante y tú!







CAPÍTULO NOVENTA Y SEIS - LA GRANADA


¡Qué hermosa esta granada, Platero! Me la ha mandado Aguedilla, escogida de lo mejor de su arroyo de las Monjas.Ninguna fruta me hace pensar, como ésta, en la frescura del agua que la nutre. Estalla de salud fresca y fuerte. ¿Vamos acomérnosla?
¡Platero, qué grato gusto amargo y seco el de la piel, dura y agarrada como una raíz a la tierra! Ahora, el primer dulzor, aurora hecha breve rubí, de los granos que se vienen pegados a la piel. Ahora, Platero, el núcleo apretado, sano, completo, con sus velos finos, el exquisito tesoro de amatistas comestibles, jugosas y fuertes, como el corazón de no sé qué reina joven. ¡Qué llena está, Platero! Ten, come. ¡Qué rica! ¡Con qué fruición se pierden los dientes en la abundante sazón alegre y roja! Espera, que no puedo hablar. Da al gusto una sensación como la del ojo perdido en el laberinto de colores inquietos de un calidoscopio. ¡Se acabó!
Yo ya no tengo granados, Platero. Tú no viste los del corralón de la bodega de la calle de las Flores. Ibamos por las tardes... Por las tapias caídas se veían los corrales de las casas de la calle del Coral, cada uno con su encanto, y el campo, y el río. Se oía el toque de las cornetas de los carabineros y la fragua de Sierra... Era el descubrimiento de una parte nueva del pueblo que no era la mía, en su plena poesía diaria. Caía el sol y los granados se incendiaban como ricos tesoros, junto al pozo en sombra que desbarataba la higuera llena de salamanquesas...
¡Granada, fruta de Moguer, gala de su escudo! ¡Granadas abiertas al sol grana del ocaso! ¡Granadas del huerto de las Monjas, de la cañada del Peral, de Sabariego, con los reposados valles hondos con arroyos donde se queda el cielo rosa, como en mi pensamiento, hasta bien entrada la noche!






CAPÍTULO CIENTO VEINTIDOS - NOCHE DE REYES


¡Qué ilusión, esta noche, la de los niños, Platero! No era posible acostarlos. Al fin, el sueño los fue rindiendo: a uno, en una butaca; a otro, en el suelo, al arrimo de la chimenea; a Blanca, en una silla baja; a Pepe, en el poyo de la ventana, la cabeza sobre los clavos de la puerta, no fueran a pasar los Reyes... Y ahora, en el fondo de esta afuera de la vida, se siente como un gran corazón pleno y sano, el sueño de todos, vivo y mágico.
Antes de la cena, subí con todos. ¡Qué alboroto por la escalera, tan medrosa para ellos otras noches! ‘’A mí no me da miedo de la montera, Pepe; ¿y a ti?’’, decía Blanca, cogida muy fuerte de mi mano. Y pusimos en el balcón, entre las cidras, los zapatos de todos. Ahora, Platero, vamos a vestirnos Montemayor, tita, María Teresa, Polilla, Perico, tú y yo, con sábanas y colchas y sombreros antiguos. Y a las doce pasaremos ante la ventana de los niños en cortejo de disfraces y de luces, tocando almireces, trompetas y el caracol que está en el último cuarto.
Tú irás delante conmigo, que seré Gaspar y llevaré unas barbas blancas de estopa, y llevarás, como un delantal, la bandera de Colombia, que he traído de casa de mi tío, el cónsul... Los niños, despertados de pronto, con el sueño colgado aún, en jirones, de los ojos asombrados, se asomarán en camisa a los cristales, temblorosos y maravillados. Después, seguiremos en su sueño toda la madrugada, y mañana, cuando, ya tarde, los deslumbre el cielo azul por los postigos, subirán, a medio vestir, al balcón, y serán dueños de todo el tesoro.
El año pasado nos reímos mucho. ¡Ya verás cómo nos vamos a divertir esta noche, Platero, camellito mío!






CAPÍTULO CIENTO TREINTA Y DOS- LA MUERTE




Encontré a Platero echado en su cama de paja, blandos los ojos y tristes. Fuí a él, lo acaricié hablándole, y quise que se levantara...
El pobre se removió todo bruscamente, y dejó una mano arrodillada... No podía... Entonces le tendí su mano en el suelo, lo acaricié de nuevo con ternura, y mandé venir a su médico.
El viejo Darbón, así que lo hubo visto, sumió la enorme boca desdentada hasta la nuca y meció sobre el pecho la cabeza congestionada, igual que un péndulo.
—Nada bueno, ¿eh?
No sé qué contestó... Que el infeliz se iba... Nada... Que un dolor... Que no sé qué raíz mala... La tierra, entre la yerba...
A mediodía, Platero estaba muerto. La barriguilla de algodón se le había hinchado como el mundo, y sus patas, rígidas y descoloridas, se elevaban al cielo. Parecía su pelo rizoso ese pelo de estopa apolillada de las muñecas viejas, que se cae, al pasarle la mano, en una polvorienta tristeza...
Por la cuadra en silencio, encendiéndose cada vez que pasaba por el rayo de sol de la ventanilla, revolaba una bella mariposa de tres colores...







CAPITULO CIENTO TREINTA Y CINCO- MELANCOLÍA



Esta tarde he ido con los niños a visitar la sepultura de Platero, que está en el huerto de la Piña, al pie del pino redondo y paternal. En torno, abril había adornado la tierra húmeda de grandes lirios amarillos.
Cantaban los chamarices allá arriba, en la cúpula verde, toda pintada de cenit azul, y su trino menudo, florido y reidor, se iba en el aire de oro de la tarde tibia, como un claro sueño de amor nuevo.
Los niños, así que iban llegando, dejaban de gritar. Quietos y serios, sus ojos brillantes en mis ojos me llenaban de preguntas ansiosas.
—¡Platero, amigo!—le dije yo a la tierra—; si, como pienso, estás ahora en un prado del cielo y llevas sobre tu lomo peludo a los ángeles adolescentes, ¿me habrás, quizá, olvidado?
Platero, dime: ¿te acuerdas aún de mí?
Y, cual contestando a mi pregunta, una leve mariposa blanca, que antes no había visto, revolaba insistentemente, igual que un alma, de lirio en lirio...