Vistas de página en total

jueves, 22 de mayo de 2014

TEATRO


Hoy hemos podido disfrutar todos de una representación teatral en la Nava. Han participado alumnas de 6º curso, padres y profesores.
Han hecho un trabajo excelente y los alumnos han salido muy contentos. Desde la biblioteca animamos a todos a seguir con este entusiasmo.

 CUENTO:" EL MONSTRUO PELUDO"

Escrito por Henriette Bichonnier, durante un tiempo ejerció el periodismo y la crítica, especialmente de teatro infantil. Hoy día es una reconocida autora de libros para niños. Henriette imaginó al monstruo peludo de esta historia junto a su pequeño hijo Víctor, principal colaborador de sus obras. Editado por Edelvives.




ESCENA 1. PRESENTACIÓN DEL MONSTRUO PELUDO.
En una cueva húmeda y gris, en medio de un oscuro bosque vivía un Monstruo peludo. ¡Era feísimo!
Tenía una cabeza enorme sobre dos piececitos ridículos, lo que le impedía moverse mucho. Por eso no podía salir de la cueva.
Tenía también una gran boca, dos ojillos verdosos y dos brazos largos y delgados que salían de sus orejas, y que le permitían atrapar a los ratones.
El monstruo tenía pelos por todas partes: en la nariz, en los pies, en la espalda, en los dientes, en los ojos…
En fin, en todos lados.
Este monstruo soñaba con poder comer seres humanos.
Todos los días se instalaba a la puerta de su cueva y decía entre siniestras carcajadas:
- Al primero que pase, me lo como.
Pero la gente no solía pasar por allí, pues la cueva estaba en la zona más cerrada y tenebrosa del bosque. Y como el monstruo no podía correr, por sus ridículos piececitos, nunca podía atrapar a nadie.
No obstante, seguía esperando y no se cansaba de decir:
- Al primero que pase, me lo como.
ESCENA 2. ¡A LA CAZA DEL REY!
Un día, un rey que cazaba por aquel bosque se perdió entre la espesura.
Ignorando el peligro que corría, llegó hasta la cueva del monstruo.
Dos largos brazos surgieron desde el interior y atraparon al rey.
- ¡Ajá! – exclamó la espantosa bestia -.
¡Por fin tengo para comer algo mejor que ratones!
Y el monstruo abrió una enorme bocaza.
- ¡Alto! ¡Quieto! – le gritó el rey -.
Puedes comer algo mucho mejor.
- ¿Qué es? – le preguntó el monstruo.
- ¿Ah, sí? – se sorprendió el monstruo.
Entonces, ató una larga cuerda a la pierna del rey y le explicó que le dejaría irse si le traía un niño para comer.
El rey le prometió que volvería con el primer niño que encontrase.
- Cuidado con lo que haces – añadió el monstruo peludo - . Si intentas engañarme tiraré de la cuerda y te traeré hasta aquí. ¿Comprendes?
- Si – afirmó el rey.
Y montó en su caballo y se fue.
ESCENA 3. ENCUENTRO CON EL NIÑO.
Al llegar al límite del bosque, se detuvo, sacó unas tijeras muy grandes de su bolsa de viaje e intentó cortar la cuerda que le unía al monstruo. Pero  cuál no sería su sorpresa al comprobar que era imposible.
- ¡Ja, ja! Se rió el monstruo desde lejos - . ¡No intentes engañarme!
Y el rey prosiguió su camino muy desanimado.
Atravesó un pueblo con la esperanza de encontrar allí algún niño. Pero prontó comprobó que no había nadie en las calles.
Todos los niños estaban en la escuela.
Entonces, el rey siguió galopando, siempre con la cuerda atada al pie.
Al llegar cerca de su castillo, vio por fin a una niña que corría por el camino.
- ¡Ah! – se dijo - . ¡Aquí tengo exactamente lo que necesito!
Pero cuál no sería su sorpresa cuando vio, al acercarse, que la niña era su propia hija, la pequeña Lucila, que se había escapado del castillo para comprar chucherías. El rey, furioso, la regañó:
- ¡Te tengo prohibido comprar chucherías! ¡Y también te tengo prohibido que salgas del castillo! ¡Ay! Si tú supieras…
Y le contó la promesa que había hecho al monstruo. En la cueva húmeda y gris, el monstruo estaba oyendo todo, gracias a un auricular conectado al extremo de la cuerda.
- ¡Nada de jugarretas! Quiero tener a esa muchachita aquí inmediatamente. De lo contrario…
El rey se puso a llorar y la pequeña Lucila tuvo que consolarlo:
- No llores, papá – le dijo -. Iré muy a gusto a la cueva del monstruo para que me coma.
- ¡Ay, qué desgracia, hija mía! Sollozó el padre - . ¡Ay, ay, ay, ay!
Montó a la pequeña en su caballo y volvió hasta la cueva, adonde le conducía el monstruo tirando sin parar de la cuerda.

ESCENA 4. LA NIÑA DESTRUYE AL MONSTRUO.
Cuando llegó el rey, tembloroso, depositó allí a su hija.
El monstruo desató la cuerda y ordenó al rey que se fuera inmediatamente.
Luego se volvió hacia la niña, que le esperaba muy seriecita.
- Vaya, vaya…- dijo el monstruo - . No pareces muy feliz…
- Porque me pica la nariz – contestó rápidamente Lucila, haciendo un pareado.
El monstruo se quedó un tanto cortado. No le gustaba que le interrumpieran, ni tampoco le gustaba que le tomaran el pelo, precisamente a él que tenía tantos.
Y le daba la impresión de que eso era lo que Lucila pretendía.
- Oye, niña, ya te voy yo a enseñar…
- Los pelos del paladar – se adelantó a decir Lucila.
- ¡Mocosa! ¿Cómo te atreves? …
- ¡Depílate los percebes!
Pues el monstruo tenía muchos pelos en las manos, y sus dedos parecían gigantescos percebes.
- ¡Te arrepentirás de eso!
- ¡Te huelen los pies a queso!
- ¡Mira que a mí no me engañas!
- ¡Cepíllate las pestañas!
- Contaré hasta tres para que te calles: Una …
- ¡Vete a mirar la luna!
- Dos.
- Si te miro me entra tos…
- Y tres…
- Te volveré del revés…
- ¡Si vuelves a hablar te elimino!
- Te esperaré haciendo el pino.
El monstruo estaba ya fuera de sí. La cólera le hacía rodar por tierra y pegar puñetazos, lo cual resultaba un espectáculo bastante divertido.
Finalmente, rugió:
- ¿Así es como os educan a las princesas? ¿Eres la hija de un rey o la hija de un bandolero?
- La solución la llevo escrita en el trasero.
- ¡Vas a acabar conmigo!
- ¡Y con los pelos de tu ombligo!
La rabia del monstruo era tal que se hinchaba y se hinchaba…
Y tanto se hinchó, que, al final,  estalló de cólera: explotó en miles de pedacitos que el viento se llevó  en todas direcciones. Y se transformaron en perfumadas flores y en mariposas multicolores.

ESCENA 5. ¡Y VIVIERON FELICES PARA SIEMPRE!
Bajo la piel del horrendo monstruo peludo apareció el más guapo joven que imaginarse pueda.
Y con una sonrisa cautivadora, dijo:
- En realidad, soy un príncipe. Un malvado me había encantado. Tú me has liberado y estoy entusiasmado. ¡ Qué poderoso conjuro me lanzó Arturo! Si te soy sincero, me tenía prisionero, y desde hace años, quiero darme un baño. Mi agradecimiento es infinito, Lucila, mi cielito.  Como me gustas mucho, en cuanto pueda me ducho. ¿Querrás casarte conmigo? No tengo pelos en el ombligo, ni tampoco en las narices. ¡Y seremos felices!
A la muchachita la proposición le pareció muy tentadora y la aceptó inmediatamente. Y los dos jóvenes se fueron volando sobre el lomo de una mariposa gigante. A partir de entonces, nunca, pero nunca jamás, nadie  volvió a oír hablar del monstruo peludo.
Y colorín colorado, el monstruo peludos se ha acabado.











No hay comentarios:

Publicar un comentario